miércoles, 25 de julio de 2012

Pesadilla (ejercicio de re escritura)


Había pasado varios días teniendo pesadillas espantosas. Viejos rostros ya casi olvidados volvían en la noche a vengarse, a recordarle lo que era el terror. Ese terror del que él se creía el único dueño.
Las caras de esos sueños astillados estaban llenas de espanto, sangre y palidez.
Y cada vez que despertaba se encontraba con algo peor: la realidad de su terrible dolor en el colmillo derecho.
Siempre se había sentido poderoso, de una forma o de otra. No conocía casi otra sensación que no fuera la del placer de hacer sufrir poco a poco a los otros,  saboreando en el desgarrar de la carne el miedo humano.
Eso era inigualable, insustituible… o lo había sido.
Ahora en cambio  deambulaba en medio de su tormento por calles oscuras tratando de mimetizarse hasta desaparecer  queriendo huir de sí mismo, de su propio dolor.
No encontraba otra explicación para ese terrible padecimiento que  la venganza que le imponían (¿Desde el cielo? ¿Desde el infierno?) sus propias víctimas.
En ese andar errante por las calles del microcentro, espantado y espantando, a los tumbos, encontró  algo que le llamó la atención.
En la diminuta entrada de un edificio venido a menos leyó una placa que decía: “Dr. Basale, Médico Odontólogo, 4° A”. Pensó que quizás allí encontraría alivio y entró.
Subió como pudo, de hecho no tuvo inconvenientes para tomar el ascensor ya que la única persona que ya estaba adentro  a punto de cerrar la puerta de tijeras  salió corriendo espantada y se lo dejó todo para él.
Se hizo anunciar y lo dejaron pasar raudamente.
Ya recostado en el sillón, con una mueca feroz, chorreando sangre y baba, el hombre lobo separó sus mandíbulas y desnudó los colmillos amarillos.
-El diente está partido –le dijo-. Parece que hay infección, voy a tener que limpiar un poco para ver mejor.
Basale tomó el pequeño brazo mecánico y apretó suavemente el pedal con el pie izquierdo.
Un curioso zumbido perforó el aire. El hombre lobo tuvo miedo. El dentista también.

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